¿Cuál de estas siete localidades posee el nombre con más charme?

Chicos, me gusta leerlos. Ñañaña

sábado, 20 de marzo de 2010

Sábado a la tarde

Se nota que el sábado a la tarde es el día más popular y argentino de las cabezas de familias de las clases obreras. El momento de su semana para el relax, para empezar a empinarle al codo desde temprano, para putear a la esposa y sobretodas las cosas, para sacar la mesa con su respectiva silla, el parlante de 2 metros de alto por 1,40 de ancho a la vereda y poner la música a todo lo que da. Como para que todo el barrio se entere de qué lado está en tanto a sus preferencias musicales
Por estos tiempos, las generaciones actuales siguen manteniendo la tradición casi intacta: mesa, cerveza o vino y parlante a 400 decibeles en la vereda, salvo que la música que escuchan dista de la de sus padres o abuelos; ahora es la cumbia villera, o la cumbia melódica lo que se impone. También se puede llegar a escuchar un poco de reggetón o hasta incluso escuchar canciones de "Rata Blanca", pero esos son casos muy aislados que se nota la inclusión forzada y casual en la lista de canciones.
Antes, era el chamamé y las chamarritas, mucho sapucay sabatino -como lo dije en el post anterior, "Litoral rules"- lo que predominaba. Sin embargo la cumbia de Miguel Conejito Alejandro, Sebastián o Alcides también sonaba. Eran tiempos de vinilos o cassettes y se notaba: cuando el sapucay lo gritaba un tartamudo o cuando se retrocedía la cinta y se escuchaban los mensajes satánicos de los "Hermanos litoraleños" hacia su deidad, el poringuero.
Lo más lindo de los viejos tiempos era ir caminando por el barrio y escuchar en cada cuadra chamamés correntinos, chamarritas entrerrianas, zambas santiagueñas, tonadas mendocinas. Hoy, las canciones son uniformes, con la misma melodía, feas y misóginas.
Yo voto por desempolvar los discos y cassettes, arreglar el Winco y los radiograbadores. Volver a tener esa identidad tan casacterística de este barrio-mosaico-federal, reconcoer nuestras raíces, los sapucay, las tristes tonadas, las alegres comadres de Windsor... ¡ah! y me olvidaba de lo más importante para que esta magia sabatina reaparezca en nuestros corazones: volver a las fuentes, invitar a quienes escuchaban y se deleitaban poniendo y escuchando esta música, quienes con ese chamamé o esa zamba estaban un poquito más cerca de su tierra natal, de la tierra que quizá, nunca quisieron dejar, volver a convocar a los pater familias, a los que disponían la música que la familia debía escuchar, darles voz otra vez a mis vecinos... es decir: resucitarlos.

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